ANSIEDAD o como mantenerla a raya!!
LA ANSIEDAD: SÍNTOMAS Y ESTRATEGIAS
PARA HACERLE FRENTE
Pautas establecidas en la dieta, el ejercicio físico y el
descanso ayudan a prevenir y reducir la ansiedad
La ansiedad es una reacción emocional humana en situaciones
en las que se prevé un peligro o una amenaza para la vida y que genera un
estado de alerta. A menudo se vive como una emoción negativa, por los efectos
que tiene en el organismo, como nerviosismo, sudoración, agitación o aumento de
la frecuencia cardiaca, entre otros. Sin embargo, no reviste gravedad, de no
ser que se mantenga en intensidad y en el tiempo. En este artículo se describen
cuáles son los síntomas de la ansiedad, cuándo se convierte en patológica y qué
aconsejan los especialistas para mantenerla a raya.
Reconocer los
síntomas de ansiedad
La ansiedad es una reacción emocional humana en situaciones
en las que se prevé un resultado negativo, un peligro o una amenaza, y esto
genera un estado de nerviosismo, de alerta. Tiene una función básica: la como
Preocupación, inseguridad y dificultades para tomar
decisiones son algunas de las señales a nivel cognitivo que el organismo, a
nivel físico, traduce en sudoración, tensión muscular, aumento de la tensión
arterial y la frecuencia cardiaca, temblor en las extremidades y sequedad
bucal. Estos síntomas están provocados por el aumento de la producción de
diferentes sustancias químicas, como la adrenalina, relacionadas con el hecho
de huir o luchar ante la situación amenazante.
Si no se resuelve esta situación, pueden manifestarse dolor
de cabeza, trastornos gastrointestinales y contracturas musculares. A nivel
conductual, se percibe inquietud, agitación, tensión y preocupación, la persona
puede bloquearse e, incluso, echarse a llorar. También pueden darse dificultades
para conciliar el sueño o para tener un descanso reparador.
Ansiedad patológica
La ansiedad se vuelve trastorno cuando uno la sobrelleva de
manera diaria, más allá de seis meses, con la sensación de no poder controlarla
Cuando las reacciones son muy intensas y se mantienen en el
tiempo, ya no se trata de ansiedad adaptativa, por lo que ya no sirve de ayuda
para conseguir mejores resultados. Al contrario, perjudica a la persona, que
sufrirá sus consecuencias en forma de insomnio, dolor de cabeza, falta de
concentración, problemas de memoria, trastornos digestivos, de piel, de salud
mental y, si perdura, puede llegar a sufrir un ataque de ansiedad.
Se convierte en trastorno cuando la persona sobrelleva una
ansiedad excesiva para los problemas que sufre, de manera diaria, que se
prolonga más allá de seis meses y que uno siente que no puede controlar.
Además, sobrepasa el ámbito inicial donde se generó y se expande a todos los
ámbitos del afectado, que vive cargado de preocupaciones, agobiado y con
sensación de no tener el control de su vida.
Para el diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada es
preciso que el afectado sufra tres o más síntomas de los siguientes: problemas
de concentración, irritabilidad, inquietud, tensión muscular, cansancio sin
motivo aparente y problemas para dormir.
La ansiedad: cómo
mantenerla a raya
La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el
Estrés (SEAS) recomienda unas normas que ayudan a prevenir o reducir la
ansiedad:
La dieta: comer sano, de forma equilibrada y evitar las
comidas que provocan digestiones pesadas; no abusar del alcohol; tomarse el
tiempo necesario para comer, sin prisas, aprovecharlo como momento de descanso
de actividades; y mejor hacerlo con compañía.
El descanso: dormir suficiente, incluso si se está de
vacaciones, alternando el tiempo de ocio con el descanso. Es importante dejar
el trabajo y las preocupaciones en la oficina.
Ejercicio físico: incluir una práctica moderada de algún
deporte o ejercicio físico, como andar rápido. La actividad que se hace al aire
libre y con allegados, además, ayuda a airear los pensamientos.
Organización: aunque se esté de vacaciones, la organización
del tiempo y las actividades evitan preocupaciones y nerviosismo y favorecen el
descanso. Intentar ser puntuales a las citas y aprender a escoger cuando no se
llegue a todo.
Solución de problemas y toma de decisiones: la mejor actitud
ante los problemas es hacerles frente. Tomar decisiones planteando el problema,
analizando los pros y contras y eligiendo la solución menos mala; una vez hecha
la elección, no volver atrás. Analizar una y otra vez el mismo problema no
sirve de nada a la vez que produce ansiedad.
Interpretación de situaciones y problemas: ante alguna
situación adversa, intentar no valorar en exceso las probabilidades malas ni
ser catastrofista; esto solo provoca que se anticipe el peor resultado y hace
vivir mal. Entender que estar nervioso es una reacción natural como estar
contentos o enfadados: preocuparse por el hecho de estar nerviosos no hace sino
que agudizar el nerviosismo. Tampoco preocuparse por lo que puedan pensar los
demás, ya que nadie puede percibir con la misma intensidad los síntomas
ansiosos que uno sufre. No ser severo con uno mismo.
Atribuciones y autoestima: reconocer los méritos propios
ayuda a la autoestima. Si los resultados de una acción no han sido buenos,
reconocerlo, analizar los errores y corregirlo. De nada vale culparse ni
hacerse reproches. Hay que aprender a respetarse y quererse.
Relaciones con los demás: reforzar las conductas positivas
de nuestros allegados con muestras de afecto, sonrisas, algún detalle, etc.
Ante una mala actuación de alguna persona del entorno cercano, comunicar la
desaprobación y corregir la conducta con información, sin broncas ni castigos,
ni continuamente estar sacando el tema.
Entrenamiento en técnicas de control de ansiedad y estrés:
como la relajación, leer algún libro de autoayuda asegurándose de que se base
en la evidencia científica, aprender a decir no, exponerse a la situación que
nos angustia poco a poco, practicar habilidades sociales y, ante dificultades
para controlar el nivel de estrés, ponerse en manos de un especialista.
Estrés y ansiedad
Aunque a menudo los términos ansiedad y estrés se utilizan
de forma indiferente, son distintas identidades. Comparten que ambos son una
reacción emocional normal que pone en marcha mecanismos fisiológicos para que
la persona sea capaz de enfrentarse a determinadas situaciones, pero no son lo
mismo. Por ansiedad se entiende una reacción emocional de alerta ante una
situación amenazante; en cambio, el estrés es un proceso más amplio de
adaptación, cuando se siente que las demandas del entorno y los retos
autoimpuestos superan las capacidades para hacerles frente con éxito. No
obstante, la ansiedad mantenida provoca estrés y este, a su vez, es uno de los
causantes más frecuentes de ansiedad.
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